Básicamente, lo que se hace es que se emplean una serie de lásers para codificar los paquete de información en cada uno de los colores del espectro. Mediante una técnica conocida como división de frecuencia ortogonal multiplexada, se consigue descomponer y enviar todas estas cadenas a través de fibra óptica. Por otra parte, un conjunto de osciladores recoge estas señales para su decodificación.
De acuerdo con Wolfgang Freude, autor del estudio, la tasa de transferencia que se podría alcanzar sólo está limitada por el número de lásers que se utilicen en el proceso. A propósito, el científico alemán cita que han logrado experimentos en los que se alcanzan los 100 teras por segundo. No obstante, el problema de los estudios anteriores radica en los costos elevadísimos que supone emplear esta técnica. Además del costo de los lásers, se encuentra el consumo energético, el cual puede elevarse hasta varios kilovatios.
Por esta razón, Freude y su equipo examinaron otra perspectiva. En lugar de emplear muchos lásers, decidieron usar sólo uno que envíe pulsos muy cortos; y dentro de estos pulsos, se encuentra un número de colores, conocido como peine de frecuencias. Cuando estas señales son enviadas a través de la fibra óptica, los colores pueden combinarse hasta crear cerca de 325 variaciones; cada uno, susceptible de ser cargado de información.
De este modo, los científicos hallaron que con un número menor de colores podían alcanzar velocidades cercanas a los diez teras por segundo. Lo mejor de esta técnica es que, contrario a sus predecesores, sí tiene potencial para ser utilizada de manera comercial. La tecnología que se emplea para recombinar los colores podría ser implementada en un chip de silicio. ¿Cuántos años faltarán para que esta velocidad inimaginable esté a nuestro alcance?
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