Una mañana de domingo, el 6 de enero de 2008 estaba en la iglesia cuando mi móvil vibró. Tan discretamente como pude, comprobé el teléfono y ví que marcaba “Desconocido”. Preferí ignorarlo.
Después de la ceremonia, mientras iba hacia el coche con mi familia, comprobé los mensajes. El mensaje era de Steve Jobs. “Vic, ¿puedes llamarme a casa? tengo algo urgente que discutir”, decía.
Antes de llegar al coche devolví la llamada a Steve Jobs. Yo era responsable de todas las aplicaciones móviles en Google, y en ese puesto tenía trato frecuente con Steve. Era uno de los beneficios del trabajo.
“Hola Steve; soy Vic”, dije. “Siento no haber respondido antes tu llamada. Estaba en la iglesia y me apareció “llamante desconocido” así que no la cogí”.
Steve se rió. Dijo: “Vic, a no ser que la identificación de llamada diga “DIOS”, nunca debes coger una llamada en una iglesia”.
Me reí nervioso. Después de todo, aunque era normal para Steve llamar durante la semana enfadado con algo, era extraño llamarme un domingo y pedirme que le llamara a su casa. Me preguntaba qué sería tan importante.
“Mira, Vic, tenemos un problema urgente, uno que hay que resolver cuanto antes. Ya he asignado a alguien de mi equipo para ayudarte, y espero que puedas arreglar esto mañana”, dijo Steve.
“He estado viendo el logo de Google en el iPhone y no estoy contento con el icono. La segunda O en Google no tiene el gradiente de amarillo correcto. Está mal y voy a hacer que Greg lo arregle mañana. ¿Te parece bien?”
Por supuesto que me parecía bien. Unos minutos después en ese domingo recibí un email de Steve con el asunto “Ambulancia de icono”. El email me indicaba que trabajara con Greg Christie para arreglar el icono.
Desde que tenía 11 años y me enamoré de un Apple II, tengo docenas de historias para contar sobre los productos de Apple. Han sido parte de mi vida durante décadas. Incluso cuando trabajé 15 años para Bill Gates en Microsoft, tenía una enorme admiración por Steve y lo que Apple había producido.
Pero al final, cuando pienso en el liderazgo, la pasión y la atención al detalle, recuerdo esa llamada que recibí de Steve Jobs una mañana de un domingo de Enero. Fue una lección que nunca olvidaré. Los CEOs deben preocuparse por los detalles. Incluso por los tonos de amarillo. Un domingo.
A uno de los mayores líderes que he conocido, mis oraciones y esperanzas están contigo, Steve.
-Vic
desencadenado
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