Un equipo norteamericano ha localizado un receptor químico en las papilas gustativas de nuestra lengua que reconoce las moléculas de grasa. No obstante, no todos tenemos la misma sensibilidad en dicho receptor, lo que podría explcar por qué algunas personas consumen más alimentos grasos que otras: no son capaces de detectar bien el sabor grasa.
Es una pescadilla que se muerde la cola, ya que al parecer, cuanta más grasa consumimos, menos sensibles somos a la misma.
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